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El furor alrededor de los aguacates no muestra síntomas de remitir. Y es que, por mucho que estemos saturados de fotos de tostadas con aguacate, la fruta de moda sigue triunfando en redes y en los mercados, con precios al alza y productores que quieren aprovechar el tirón.

Pero, como todas las modas, también la del aguacate tiene su lado menos fotogénico. Y no sólo nos referimos a todas esas personas que se cortan por no saber abrir uno -pocas risas, que en Reino Unido ha protagonizado muchos artículos el tema- o a la factura medioambiental de su producción cada vez más masiva, sino que en algunas zonas ya se habla directamente de «guerra del aguacate».

Puede sonar más dramático de la cuenta, pero así es como The Guardian se refiere a la situación en una de las zonas donde se produce esta fruta y donde los robos han pasado de ser algo puntual o una chiquillada a un auténtico negocio con mafias organizadas y agricultores armados dispuestos a defender sus cultivos de lo que califican una «ola de criminalidad».

El trasfondo es muy sencillo: las plantaciones de aguacates son algo así como dinero que crece en árboles. Con precios que rondan el dolar neozelandés (unos 60 céntimos de euro) la unidad, los robos pueden suponer miles de dólares de ganancia para los ladrones en una buena noche. Aunque no hay datos concretos sobre el volumen de aguacates robados -la policía no distingue entre este y otros robos de frutas-, los propietarios han decicido tomar medidas para proteger sus tierras y preciados aguacates en la zona de Bay of Plenty, donde se concentran muchas de las plantaciones del país.

Vallas electrificadas, cámaras de seguridad con sensores de movimiento y guardias de seguridad armados son, según recoge la prensa local, parte de la imagen habitual de algunos de estos terrenos en los últimos años para evitar que muchos de sus aguacates acaben en el creciente y rentable mercado negro de aguacates.

Incluyendo, por lo visto, ventas a través de Facebook, bastante habituales en el país. Y todo ello en un contexto de continuo crecimiento de la demanda y la producción que no augura que el problema vaya a a remitir. Además, se da la circunstancia de que en este país está prohibida la impotación de esta fruta, con lo que la producción nacional es la única que puede suplir el creciente apetito por esta fruta.

 

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